El Cultural
JOSÉ MARÍA MERINO
En la República española de las Letras ocupa lugar destacado José María Merino. Los círculos literarios más diversos citan su nombre con respeto y admiración. No será fácil encontrar un autor en España con más admiradores y menos detractores. Cuando su candidatura se formalizó para la Real Academia Española, le voté sin vacilar. José María Merino vive para las letras que impregnan su vida fecunda y su vasta cultura literaria. Es un escritor sencillo, desbordado por una imaginación incansable. Trabajador tenaz, sus libros abarrotan una estantería de mi biblioteca. En los últimos sesenta años ha publicado sin cesar y sin altibajos. Novelas, ensayos, poemas y, sobre todo, relatos breves y cuentos le han mantenido presente no solo en las revistas literarias, sino en la entera vida nacional. José María Merino es la seriedad, el humor que no cesa, el sentido común, el conocimiento humano, la sencillez sin presunción alguna. Mantiene la admiración de las nuevas juventudes, generación tras generación. Huye de debates y polémicas y está al margen de la vociferación y de los aspavientos literarios. En Yo y yo en breve (Alfaguara) agavilla cerca de 80 relatos cortos, algunos de ellos insuperables. Sería absurdo hacer distinciones, pero despertó en mí emoción literaria La niña del armario, Debajo de la cama, Nada que contar, Tercera parte del Quijote (excepcional), El día del olvido, El espantapájaros, Las llaves desconcertadas y tantos otros. La cantidad no disminuye en Merino la calidad. A lo largo de su obra, ya ingente, ha sabido conjugar el torrente creador con el mantenimiento del nivel intelectual. En un prólogo desconcertante que titula Advertencia, José María Merino explica la génesis y desarrollo del libro, con un recuerdo a su tía María que le dejó en herencia un cofrecito secreto: “Ahí está guardado el tiempo de mi vida”, le dijo. Al abrirlo, José María Merino se encontró con una serie de hojas secas, tal vez porque como decía Luis Buñuel, “la única dignidad es la nada. Viva el olvido”. Dámaso Alonso, gran poeta, inolvidado director de la Real Academia Española, vertebró la vida literaria durante los años más intensos de la historia española del siglo XX. Guardo en mi memoria las largas conversaciones que con él mantuve, algunas en su casa y también en la Academia y en Velintonia con Vicente Aleixandre. José María Merino dedica a Dámaso un brevísimo relato porque el poeta legó su biblioteca a la Academia. Un retrato suyo preside la estancia en la que están instalados los libros. Le pedí un día a Dámaso Alonso que me prestara un poemario de Manuel Alcántara que quería leer. Me llevó a un panel de su biblioteca con varios centenares de tomos. “Todos estos son los libros que me prestaron”, me dijo. José María Merino me recuerda a veces al Dámaso Alonso siempre en la brecha. Él conserva intacto el nervio literario y la capacidad de trabajo. Yo y yo en breve es un recreo para el buen gusto literario y estoy seguro de no equivocarme si afirmo que ningún lector se arrepentirá de dedicar un fin de semana a su sosegada reflexión porque la literatura, la verdadera literatura, es la expresión de la belleza por medio de la palabra y provoca en el lector un placer puro, inmediato y desinteresado. Seguir leyendo
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